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domingo, 6 de diciembre de 2009

Breve historia de los monjes guerreros japoneses

Entre los siglos X y XVI, las organizaciones religiosas tuvieron un papel muy importante en la vida social, política y militar de Japón. Conocidos como sohei ("monjes guerreros") o yamabushi ("guerreros de las montañas"), los monjes guerreros eran todo menos gente pacifica y dedicada a la meditación. Armados con las características naginata de hoja larga, un arma parecida a la guja europea, fueron enemigos formidables durante gran parte de ese periodo.
El periodo sengoku, conocido como la era de los estados en guerra, de los siglos XV-XVI, fue testigo de algunos de los mas recientes desarrollos en las tácticas de combate de los monjes japoneses, principalmente como resultado del relevo de los antiguos ejércitos monacales de Nara y el monte Hiei por las nuevas y populistas sectas budistas tales como los nichiren-shu y los shinshu. Los ejércitos shinshu, de aquella época sin ley, incluso derrocaron a los daimyo (señores de la guerra) y establecieron sus propios "principados" independientes. Sus "catedrales fortificadas" en Nagashima e Ishiyama Honganji rivalizaban con los magníficos castillos samurai, y estaban a la vanguardia de la tecnología militar.
La palabra sohei también puede traducirse como "sacerdote soldado" (so: sacerdote - hei: soldado). Otro término para referirse a ellos, utilizado por los atemorizados miembros de la corte imperial, es akuso o "monjes diablo", para el que no es necesaria explicación. El término yamabushi se refiere a los adeptos de la secta shugendo, que nunca se organizaron en ejércitos y pertenecen a un periodo posterior. El ideograma que se lee yama significa "montaña", y la palabra también se empleó para referirse a los sohei del monte Hiei.


ENRYAKUJI: el protector del estado
Como sus equivalentes cristianos, los monjes guerreros podían ser o no "sacerdotes", del mismo modo que la orden prusiana de los caballeros teutónicos incluía tanto a sacerdotes como (en su gran mayoría) hermanos seglares que no habían sido ordenados. Los ejércitos monásticos de Japón igualmente incluían en sus filas a muchos "hermanos laicos" y en el periodo sengoku, se convirtieron en organizaciones casi enteramente laicas bajo control religioso.
Aunque el budismo era de origen chino, no entro en conflicto con el sintoísmo, la religión autóctona de Japón; ambos credos coexistían y cooperaban. Cuando la capital imperial se trasladó a Kioto en 794, los principios del feng shui dictaron que necesitaba protección en el noreste. En esa localización se encontraba el monte Hiei, donde había un antiguo templo sintoísta y un nuevo templo budista llamado Enryakuji. A partir de esos modestos comienzos se desarrolló una intitución con muchos privilegios conocida como "el templo para la protección del estado". Su fundador y sus discípulos establecieron su propia secta tendai del budismo, que disfrutó del valioso patrocinio de la nobleza de Kioto. El monasterio llegó a poseer numerosas tierras, y el complejo sobre el monte Hiei se expandió hasta llegar a los cerca de 3.000 edificios.
El gobierno imperial no ejercía control directo sobre Enryakuji, aunque sí tenía cierta influencia. El emperador tenía facultades para designar al abad, aunque los monjes no estaban obligados a aceptarlo, y el problema de las designaciones fue el principal motivo de discusión.
A mediados del siglo X, las agrias disputas sobre los nombramientos imperiales terminaron en un conflicto entre los monjes rivales, y el grado de violencia se fue acrecentando con el tiempo. Las rivalidades se limitaron prácticamente a los templos del monte Hiei y de Nara. Nara estaba dominada por la Oficina de Asuntos Monásticos, cuya autoridad no se extendía a Enryakuji. En el año 969 una disputa sobre la tenencia de la tierra desató la violencia con el resultado de varios monjes asesinados. Esa no fue la única ocasión, y Ryogen, el abad jefe, decidió mantener una fuerza de combate permanente en Enryakuji. Este fue el primero de los ejércitos de monjes guerreros, aunque, puesto que Ryogen había prohibido con anterioridad a los monjes llevar armas, es posible que esta nueva fuerza no tuviera realmente ninguna conexión con los monjes y que estuviera formada solo por mercenarios.
Si bien es posible que al principio no se hubieran involucrado, las disputas en los alrededores del monte Hiei acabaron por librarlas auténticos monjes. Uno de los primeros ejemplos fue una grave discusión en el seno de la propia secta tendai, en la que los dos grupos hostiles se asociaron respectivamente con Enryakuji y Miidera, uno de sus templos hijo. En el año 981 estalló una violenta confrontación sobre la elección del abad. El elegido por Miidera consiguió el puesto, pero ninguno de los monjes de Enryakuji se declaró dispuesto a servir bajo su dirección, y fue obligado a dimitir.
En el año 1039 estalló un conflicto parecido, cuando 3.000 monjes del monte Hiei protestaron contra el abad elegido por el gobernante de Fujiwara invadiendo Kioto, y echando abajo las puertas de palacio. Convocó a sus samurai y entablaron una lucha en la que los monjes, aparentemente, salieron victoriosos, pues el candidato por ellos propuesto consiguió el puesto.
Una marcha de protesta por Kioto fue una buena manera de presionar a la corte. Los monjes fortalecieron su propia presencia intimidatoria portando los sagrados mikoshi (santuarios portátiles) para inducir el temor a los dioses, el arma oculta de los monjes. Generalmente, su comportamiento era agresivo, y no dudaban en echar una maldición a cualquiera que los molestara. Algunas veces, cuando se marchaban, dejaban los mikoshi en las calles, como una presencia amenazadora, hasta que conseguían lo que querían.
Aún hubo otra disputa más sobre el derecho de Miidera a ordenar a sus propios monjes, y continuaron los actos intimidatorios, por no decir de verdadero derramamiento de sangre.
Después de 1180, los monjes guerreros se vieron envueltos en las “Guerras Gempei”, en la que se encuadra la batalla de Uji. Estas participaciones resultaban peligrosas y condujeron, inevitablemente, a una terrorífica destrucción de los monasterios guerreros. Cuando Nara fue pasto de las llamas, Enryakuji quedó como la única institución importante.


LOS SIGLOS XIII-XV
La quema de Nara marcó el fin de una época y de la participación de los monjes en la persistente guerra Gempei, pero no significó el final de los monjes guerreros. Sin embargo, aparte de la guerra Shokyu de 1221, el siglo XIII fue de relativa calma. El mayor conflicto fueron las invasiones mongolas, lo que puede explicar, en parte, la ausencia de luchas religiosas internas.
Enryakuji se vio envuelto en muchos aspectos de la vida japonesa, y en el siglo XIV hubo un retorno a las formas anteriores: intimidación a la corte con manifestaciones amenazadoras, cierre de los templos más rebeldes, e incluso la destrucción del santuario de Hiroshi. Pero eran tiempos cambiantes; los gobernantes de Japón dejaron de considerar al monte Hiei como el protector del estado, y muchos samurai lo catalogaron —no sin razón— como poco más que un santuario para criminales huidos.
Ahora, el principal centro de atención era el Zen, al que los nuevos shogunes del clan Ashikaga dieron trato de favor frente a otras sectas budistas. No sorprende, pues, que las mayores protestas provinieran de Enryakuji, pero los shogunes no se sentían tan fácilmente intimidados como los antiguos emperadores y las protestas se apagaron. Sin embargo, en una disputa sobre los peajes impuestos para cruzar la puerta principal de Nanzenji, cuyo abad había descrito a los monjes tendai como "monos y sapos", los monjes de Enryakuji se aliaron con sus antiguos adversarios de Miidera, y en esta ocasión, el shogun tuvo que echarse atrás.


EL PERIODO SENGOKU (1467-1602)
En 1467 el estallido de la guerra Onin supuso una tremenda sacudida en la sociedad japonesa. Al principio parecía otra manifestación violenta más de rivalidades entre familias samurai, pero tras su comienzo en Kioto, se extendió a otras provincias, donde la influencia del shogun mostró ir en rápido declive. Eso dio una oportunidad a los daimyo para crear sus propios mini-reinos. Los más de 150 años siguientes se ganaron el nombre de Sengoku Jidai (la era de los estados en guerra).
Una de las consecuencias de este caos fue la formación de nuevos ejércitos de monjes guerreros a partir de las nuevas y populistas sectas que reclutaban a sus miembros principalmente de entre los campesinos. En lugar de gente cultivada, dieron lugar a fanáticos religiosos fundamentalistas, dispuestos a morir por sus creencias. Fieles seguidores del ritual y volcados con su causa, eran verdaderos "guerreros santos", aunque no eran monjes en el sentido convencional.
Muchos de ellos pertenecían a la secta shinshu y formaron comunidades conocidas como ikko-ikki. Su líder, Rennyo, restableció su cuartel general en la provincia de Kaga para evitar la influencia del monte, y sus seguidores finalmente se hicieron con el control de la provincia. Hacia el año 1500, los ikko-ikki se extendieron a otras localizaciones clave, entre las que se incluían Nagashima e Ishiyama Honganji, donde apoyaron a un ejército fanático que habría de causar grandes problemas a muchos samurai durante los cien años siguientes.
Uno de estos últimos fue Tokugawa Ieyasu, el futuro shogun, que temía que su provincia de Mikawa sufriera el mismo destino que Kaga y desafió a los nuevos monjes guerreros en la batalla de Azukizaka en 1564. Contaba con la ventaja de que muchos samurai de la secta shinshu también eran sus vasallos, y por tanto, su lealtad estaba dividida, de modo que con la ayuda de su propia secta, los "divinos", consiguió derrotar a los ikko-ikki de Mikawa. En la conferencia de paz, Ieyasu prometió devolver sus templos a su estado original. Entonces los derribó completamente, alegando que originalmente, en esa tierra no había nada.


LAS CAMPAÑAS DE NOBUNAGA
Era un hecho inevitable, y la reunificación de Japón comenzó con las campañas de Oda Nobunaga, cuya carrera de conquistas hubo de enfrentar una situación general de amenaza, tensión y enfrentamientos esporádicos con los ikko-ikki.
En 1500 apareció en escena una nueva orden de monjes guerreros, los nichiren-shu, también conocidos como hokke-shu, o secta del loto. Esta secta había obte¬nido éxitos en Kioto, donde los veintiún templos nichiren estaban protegidos por fosos y murallas, un signo de estos tiempos caóticos. Los adeptos de nichiren chocaron violentamente con los ikko-ikki —en parte, un conflicto entre la "ciudad" y el "campo"— en Kioto. Si bien los primeros consiguieron dominar la ciudad, la amenaza que representaban para Enryakuji condujo a los monjes guerreros del monte Hiei a asaltar Kioto y destruir los veintiún templos nichiren. Pero Enryakuji era aliado de los vecinos daimyo de los clanes Asai y Asakura, quienes también eran los principales rivales de Oda Nobunaga en el norte. Nobunaga advirtió a los monjes de que debían dejar de ayudar a sus enemigos, o enfrentarse al castigo. Los monjes no se amilanaron, lo que tuvo terribles resultados.
El monte Hiei estaba prácticamente indefenso, excepto por los propios monjes, cuando el ataque comenzó el 20 de septiembre de 1571. Los 30.000 hombres de Nobunaga rodearon la montaña, y al toque de una concha, comenzaron a avanzar juntos, asesinando o quemando a todo aquel y aquello que se pusiera en su camino, incluido el antiguo santuario de Hiyoshi y los principales templos. Probablemente el numero de bajas superó los 20.000, aunque los supervivientes, el acto más sobresaliente en la violenta carrera de Nobunaga, consiguieron adoptar una actitud de distanciamiento budista con respecto a su mala suerte. De todas formas, significó el final de Enryakuji.


NAGASHIMA E ISHIYAMA HONGANJI
Nobunaga aún tenía pendientes asuntos con Nagashima e Ishiyama Honganji, y lanzó dos campañas simultáneamente.
Además de un río, "Nagashima" es el nombre de una isla larga y plana en su delta, que albergó un castillo y un monasterio fortificado de los ikko-ikki. Habían adoptado elaboradas medidas defensivas antes del ataque de Nobunaga en 1571, que fue un absoluto fracaso. Poco después, la destrucción del monte Hiei devolvió la confianza a Nobunaga y pasó a la ofensiva, esta vez tomando el mando personalmente y con un cuerpo de arcabuceros en su ejército, en julio de 1573. Aún así, se vio obligado a retirarse.
En su tercer intento tuvo como valioso aliado a un bien conocido capitán marino y ex pirata. Kuki Yoshitaka, cuyos barcos bombardearon continuamente las defensas de Nagashima desde una corta distancia sin precedentes, con balas de cañón y flechas incendiarias dirigidas contra las torres de vigilancia de madera. La flota de Kuki también impidió que los ikko-ikki recibieran cualquier ayuda o suministro. Entonces, con el apoyo naval, desde el norte se lanzó un ataque triangulado. En agosto de 1574 cerca de 20.000 defensores angustiados y demacrados fueron acorralados en un reducido espacio entre el castillo y el monasterio. Estaban dispuestos a rendirse, pero a Nobunaga no le interesaba, y comenzó a construir una empalizada para evitar que un bando observara al otro. Así, sin ser vistos, apilaron montones de maleza contra la empalizada y les prendieron fuego. El fuego se extendió, destruyó todo el complejo y acabó con todos los ikko-ikki.
Nobunaga había atacado la catedral fortificada de Ishiyama Honganji por primera vez en 1570. Su primer paso fue construir fuertes alrededor de su perímetro, pues preveía que la guerra sería larga (de hecho, duró once años). En 1576 lanzó un ataque preliminar por tierra, con unas pocas tropas, simplemente como prueba, lo que convenció a Nobunaga de que eran necesarias unas tácticas más cuidadosas, de modo que fue acabando gradualmente con los puestos de avanzadilla y los aliados de los ikko-ikki, y así conseguir que los defensores murieran de hambre. Pero la fortaleza tenía acceso al mar interior y la zona estaba en su mayoría controlada por enemigos de Nobunaga, el clan Mori. Convocó a Kuki Yoshitaka, pero fue derrotado en la primera batalla de Kizugawaguchi. De Ishiyama Honganji partieron mensajes por todo el país solicitando ayuda, pero con escasos resultados. Uesugi Kenshin, daymio de Echigo y uno de los pocos que consiguieron frenar a Nobunaga, murió en 1578 (según un rumor, apuñalado desde abajo por un asesino que se escondía en el retrete), y en la segunda batalla de Kizugawaguchi ese mismo año, los nuevos y enormes barcos de guerra de Nobunaga superaron a los Mori.
Sorprendentemente, el asedio continuó otros dos años más. Con la caída del castillo Mori en Miki en 1580, Ishiyama Honganji quedó completamente aislado, y sin alimentos ni munición. El emperador (urgido por Nobunaga) propuso un acuerdo, y la fortaleza se rindió poco después. El complejo del castillo fue destruido, pero no hubo masacre.


EL FINAL DE UNA ERA
Nobunaga murió en 1582 y fue sucedido por otro general de primer orden, Toyotomi Hideyoshi. Los monjes guerreros de Negoroji, seguidores del rival de Hideyoshi, Tokugawa Ieyasu, y de los que se decía que sumaban 30.000 o 40.000 hombres, fueron atacados y derrotados por Hideyoshi. Negoroji fue pasto del fuego mientras que en Ota, cincuenta guerreros derrotados cometieron harakiri en masa. Un templo, Kokawadera, había sido una rama del templo del monte Hiei y en el se refugiaron los últimos monjes guerreros tendai. Cuando Ieyasu se convirtió en shogun en 1603, los únicos monjes guerreros que quedaban en Japón eran unos pocos de sus antiguos aliados de Negoroji, ahora a su servicio.
Los días de los monjes guerreros habían tocado a su fin, pero la tradición sobrevivió. Hideyoshi permitió la reconstrucción del templo de Ota como centro de los shinshu, no como una fortaleza de los ikko-ikki, en 1589, y proporcionó un terreno en Kioto en 1591 para construir un hermoso templo shinshu, pero sin defensa alguna. Incluso el complejo de Enryakuji fue reconstruido, aunque a una escala mucho menor y desposeído de su carácter militar, mientras que Ishiyama Honganji albergó el castillo de Hideyoshi en el centro de la futura ciudad de Osaka.


VESTIMENTA Y EQUIPO
La prenda básica de un sohei era una toga monástica, similar a las que visten hoy. Sobre el fudoshi o taparrabos se ponían una sucesión de kimonos. El kimono interior podía ser de color blanco y el último era de color blanco, canela o azafrán. Encima de este llevaban una chaqueta larga, normalmente negra. Calzaban waraji (sandalias de paja) sobre los tabi (calcetines) y a menudo, llevaban kiahan polainas). En muchas ilustraciones de la época aparecen los altos zuecos de madera o geta. Entre los rasgos más distintivos de la vestimenta de un monje guerrero se incluían una cogulla blanca colocada de manera que solo dejaba la cara al descubierto. Algunos grabados muestran a los monjes guerreros sin la cogulla y con un hachimaki (cinta para el pelo) de color blanco alrededor de la cabeza.
Los monjes guerreros también llevaban armadura. A juzgar por las pinturas de la época, normalmente seria una simple do-maru, que se ponía debajo de la última prenda, más bien como un chaleco antibalas. La do-maru era la típica armadura japonesa. Estaba hecha de placas de metal lacado o de cuero superpuestas, y entrelazadas con cordeles. En algunos casos vemos que también irían equipados con kote (mangas de armadura) bajo las anchas mangas de sus kimonos. El kote consistía en una manga de tela al que se cosían pequeñas placas de metal en los lugares más vulnerables. Para proteger la cabeza por completo seria necesario un casco en lugar de la cogulla, en la batalla entre los monjes guerreros de Nara y la familia Taira representados en los grabados del Kasuga Gongen, podemos ver a muchos monjes guerreros que van equipados totalmente con armadura y casi indistinguibles de los samurai de rango bajo.
Un fuerte cinturón reforzaba al cinturón normal del kimono del que colgaba la típica espada japonesa o katana. En común con la mayoría de los samurai, podrían haber llevado un tanto (daga) ceñido al cinturón, justo al lado contrario de la katana. También usaban arcos y flechas y muchos monjes eran arqueros experimentados. El arco era el típico arco largo japonés, que solían disparar a caballo. Los monjes arqueros practicaban incansablemente, disparando al objetivo al galope.
Sin embargo. el arma tradicional de un monje guerrero era la naginata, un arma enastada y cortante, con una hoja larga de un solo filo y ligeramente curvada en la punta. La longitud relativa de la hoja y del asta era variable, y los ejemplos más tardíos tenían una hoja más corta y un asta más larga. Los guerreros la manejaban con destreza y aplomo, por ejemplo haciéndola girar a galope tendido. Un relato de la batalla de Uji, en 1180, nos dice lo siguiente:
"Gochin no Tajima arrojó la funda de su larga naginata, caminó el solo por el puente, donde le llovieron la furia y las flechas de los arqueros Heike. Tajima, sin inmutarse, se agachó para evitar las que iban más alto, saltó sobre las que volaron más bajo, cortó por la mitad aquellas que iban directamente hacia él con su zumbante naginata, de manera que incluso el enemigo lo contempló con admiración. Así fue como recibió el apodo de 'Tajima el cortador de flechas'."
Al parecer, las armaduras japonesas eran muy resistentes a las flechas, y las antiguas crónicas están llenas de relatos, sin duda exagerados, sobre samurai que salían a rastras del campo de batalla con docenas de flechas clavadas.
En el periodo posterior hubo mucha más variación en la vestimenta. Algunas ilustraciones de los ikko-ikki los muestran más como rufianes que como guerreros. El tipo de armadura dependía mucho de la suerte de su portador y de su predisposición al pillaje: la mayoría de los elementos del equipo se podían adquirir sin gran coste después de una batalla.
Muchas armaduras del siglo tenían sólidos petos, de los que algunas veces se decía que eran a prueba de balas. La sencilla armadura de placas de los ashigaru (soldados de infantería) era muy barata de fabricar y probablemente la llevaran muchos ejércitos de ikko-ikki. Junto con las primeras armas, estaba muy extendido el uso de lanzas, pero una incorporación más sorprendente fue la del mosquete, introducido por los portugueses en 1543, y que pronto empezaron a fabricar los armeros japoneses.
El ejército ikko-ikki también se distinguía por sus numerosas banderas y estandartes verticales (nobori), algunos con consignas budistas como "El que avanza tiene asegurada la salvación, pero al que se retira le espera el infierno".
La mejor arma de un samurai no era la espada ni la lanza sino el fuego. Las construcciones de madera son vulnerables al fuego, y éste jugó un papal decisivo en muchas batallas y en la mayoría de los asedios.


EL MUNDO DE LOS MONJES GUERREROS
Hay que resaltar que las disputas entre los antiguos monjes guerreros casi nunca se debían a cuestiones de credo, ya fuera budista o sintoísta, sino que generalmente eran de naturaleza política. Esto cambió hasta cierto punto con el ascenso de las nuevas sectas populistas, aunque aún así resulta dudoso que solo las diferencias doctrinales condujeran con frecuencia a la guerra. Los ataques de los ikko-ikki y de Enryakuji a los templos de los nichiren en Kioto, probablemente tuvieron tanto que ver con la política como con el sectarismo, aunque la falta de tolerancia religiosa era común a la mayor parte de las sectas, y sobre todo a los ikko-ikki.
El Zen nunca dio origen a monjes guerreros. Lo que es discutible es si ello se debió a su ausencia de dogmas. Ocasionalmente surgieron enfrentamientos entre templos Zen aislados, pero normalmente se resolvían sin violencia.
Una de las razones por las que la campaña de Nobunaga en Nagashima duró tanto tiempo fue la destreza de los ikko-ikki en las tácticas defensivas. En el primer ataque, la caballería pesada de Nobunaga pasó la primera zona de diques y se encontró con los caballos enfangados en un lodazal que les dejó inmovilizados, y los convirtió en un objetivo fácil para las flechas y las balas de mosquete. Los supervivientes, luchando por alcanzar terreno seco, se toparon con una barrera de cuerdas tendidas entre estacas, lo que retrasó aún más su retirada hacia los densos cañaverales de la costa, donde podrían ponerse a salvo.
Cuando los alcanzaron, se vieron incomodados por otras trampas consistentes en vasijas destapadas hundidas en la tierra para que al pisar se rompieran los tobillos, y más adelante sufrieron la emboscada de los arqueros y arcabuceros que se escondían entre las cañas. Los supervivientes por fin lograron cobijo, según creyeron, en otra zona de diques, pero los defensores echaron abajo el dique y el río se desbordó.
Se ha propuesto que los monjes guerreros originales podían haber sido en realidad mercenarios. Ciertamente, los ejércitos del monte Hiei incluían más que simples monjes devotos en sus filas, pues algunos hombres se unían a estas comunidades por razones personales, como la pobreza, el deseo de gloria o la necesidad de escapar a la persecución de las autoridades.
También hubo algunos monjes guerreros que alcanzaron notable fama como individuos. El más famoso es el legendario Benkei, que fundó una suerte de monasterio de un solo miembro tras ser expulsado de Enryakuji. Robó una gran campana de bronce del patio en Miidera, pero cuando la llevó hasta la cima, no hubo manera de hacerla sonar, de modo que la lanzó de una patada cuesta abajo hasta Miidera. Sus hazañas militares más famosas tienen relación con el general samurai Minamoto Yoshitsune, a cuyo servicio se puso tras perder frente a el en un duelo. Viajaron por todo el país disfrazados, y sus aventuras inspiraron numerosas obras del teatro kabuki. Muchos samurai también se ordenaron sacerdotes budistas. Uesugi Kenshin, por ejemplo, suele aparecer representado con una cogulla de monje. Takeda Shingen seria otro ejemplo de un samurai convertido a monje.
Los monjes de Negoroji, sobre los que el misionero jesuita fray Capar Vilela elaboró un informe, eran reputados expertos en armas de fuego. Proporcionaron arcabuceros a Ishiyama Honganji, y solían aliarse con ejércitos samurai. Aunque estaban dedicados a su religión, Vilela pensaba que algunos ni siquiera habían hecho los votos, pues llevaban el pelo largo y pasaban más tiempo con el entrenamiento militar que rezando. Cada hombre debía fabricar cinco o siete flechas a diario, y practicar con el arco y el mosquete una vez a la semana. Sus armaduras y cascos eran extraordinariamente fuertes y sus espadas, según el jesuita, podían partir en dos a un hombre con armadura como si fuera un filete. Tampoco le hacían ascos a los placeres terrenales asociados más con el guerrero que con el sacerdote, como el vino, las mujeres y las canciones.

6 comentarios:

  1. Me resulto muy interesante la informacion sobre los soheis, son un tipo de guerreros que siempre me resulto muy atrayente y llevava tiempo queriendo saber su historia, gracias por colgarlo ^^

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  2. Me alegra que el articulo te haya sido de utilidad. Gracias por el comentario.

    Un Saludo

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  3. Excelente artículo y precioso block, te felicito. Bendiciones

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  4. Muy interesante el artículo. ¿Podrías darnos una bilbiografía o fuentes?

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    1. Gracias por el comentario, la fuente principal fue el Osprey dedicado a los Monjes Guerreros.

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